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Uta Grischke, la galerista que va venir del fred

Sifonera a temps parcial, cuinera i també responsable de Meriendas Martorell, Uta és sobretot i per damunt de tot, galerista. Sense ella ens hagués estat més difícil veure l’obra dels qui han passat durant cinc anys pel seu espai, Intersecció Art: Grip Face, Tomas Spicolli, Rosa Mascaró, María Simón Masip, Evarist Torres, i tants d’altres. Cinc anys en els quals ha aconseguit fer-se el seu lloc en el circuit d’exhibidors d’art, associar-se a l’AGAIB, participar en fires i el que és més important: mantenir-se en un món de llops.

¿Cuándo y porqué llegas a Mallorca?

Desde el 2005 empecé a venir porque tenía un novio aquí y aunque vivíamos en Berlín, quería conocer su isla, su casa, su gente, a sus padres. Y desde entonces, fui yendo y viniendo hasta que en 2007, me decidí por venir a vivir aquí. Al año siguiente, en 2008, abrí la galería. No estaba como está ahora. Había cosas abajo, hubo que pintar… Estuvimos unos meses de reformas y después abrimos en septiembre con la obra de María Simón Masip.

¿Y ya tenías la idea de montar una galería aquí?

Sí, porque la idea hace muchos años que me rondaba. Desde que empecé a estudiar Historia del Arte, quería ser directora de museo o comisaria. Hice prácticas en museos. Inicialmente, quizás no pensaba tanto en dirigir una galería. Al llegar aquí pensé que no me iban a estar esperando en los museos e instituciones de Mallorca, precisamente a mí, a Uta de Berlín… Así que quizás podría tener mi propio pequeño museo y pensé: “porqué no montar una galería?”

¿Te gusta nadar a contracorriente? Montas tu galería en Palma cuando mucha gente de aquí se iba a trabajar a Berlín y los artistas se iban a vivir y a exponer allí…

Yo vine a Palma por Carlos. Esto fue lo primero y, después, tal vez influya en lo que hago, mi fantasía o mi capacidad para imaginarme cosas. Llegué a Berlín a principios de los noventa, en 1994, y vi cómo cambió en varios sentidos. La ciudad tenía todo lo que hay que tener. Tenía todas las cualidades que un barrio necesita para vivir y reflorecer y aquí vi esto. Palma me pareció muy desaprovechada, quizás porque la gente se iba a Berlín o a otras partes. Aquí vi tanto potencial y tal vez, sin conocer las estructuras, al no conocer el funcionamiento de las cosas de aquí, me hice una idea, al ver un barrio antiguo tan grande, enorme y tan poco aprovechado. Es que no había nada!. Me vino la imagen de Berlín y de su profundo cambio y pensé que aquí podía pasar lo mismo. Que tenía que haber vida. Y ahora, mira, estamos en un bar en el centro. Y pensé: ¿por qué no una galería?”. Y la gente me dijo: I tu què fas? Una galería? Aquí? Con las que hay ya?”. Pero vine con esta energía de Berlín. Allí todo se abría. La gente hacía cosas, arriesgaba con un simple ordenador, metidos en un piso. Así que vine. Totalmente ilusionada. Quizás es un poco naïf.

¿Y qué es lo que encuentras al llegar aquí? Me cuentas que hay espacios desaprovechados, pero tú ¿qué creías que podría aportar tu galería en ese momento? Aparte de que hayas creado el tuyo propio, has llenado un hueco que quizás faltaba por llenar…

Sí, me sorprendió que nadie hubiese hecho nada parecido antes. Me encontré con un montón de artistas. Tú misma me has dicho que todo el mundo se iba de aquí. Y es verdad. Es que tienen que irse para estudiar y encontrar, por ejemplo, una facultad de Bellas Artes. Pero vi que hay mucha gente creativa, con buenas carreras y con algo que decir. Así que sólo tenía que ponerme en contacto con ellos. Y si son de aquí, mucho mejor. Ya sabes que si vienes de Alemania, la gente puede pensar: “mira! Otra alemana que va a exponer a sus cinco amigos de Hamburgo, tomándose un cava”. A mí me gusta el cava y Hamburg pero tengo otra percepción del arte que quiero. Creo que he encontrado buenas condiciones y sí, quizás me he metido en un nicho que no ocupaba nadie. Puede ser, sí.

¿Cómo definirías ese hueco que ha ocupado Intersecció Art? Hay mucho arte joven, gente que empieza, otros con más trayectoria…

Sí, hay muchos jóvenes. En eso quizás me separo de las otras galerías. No tengo miedo de arriesgar ni de equivocarme en esas elecciones de artistas que empiezan. Me gusta ver que los artistas que expongo tienen en mente lo que se hace ahora en arte. Que no están totalmente metidos en algún movimiento o en un estilo de pintura concreto, sino que haya recepción de lo que pasa en la sociedad, que haya un nexo entre lo personal y lo que está pasando. No miro mucho lo que se puede vender. Eso es un fallo. Bueno, en realidad no creo que sea un fallo. Así crecemos juntos y también como galería. Aprecio mucho eso, el haber crecido con ellos en estos años en que nadie me conocía. El riesgo ha sido para ambos. He intentado hacer un buen equipo para seguir ahí.

No te pido tu secreto pero ¿cómo te guías a la hora de seleccionar a tus artistas? Te hacen propuestas? Por otro lado tienes a tus artistas de cabecera…

Sí, tengo algunos. Otros son como el equipo fijo y me gusta exponerlos a otro ritmo. Me gusta ver todo lo que se me propone. Viene gente del barrio con bodegones, que ya sabes que quizás nunca habían entrado antes en la galería pero les pareció una galería y entraron a ver. También hay artistas bastante buenos. Uno elige por su conocimiento, por un gusto personal que nunca se queda en lo que es gusto porque quizás el gusto suena a algo casual: me gusta, no me gusta. Y no, el gusto es algo que se va creando a través de los años. Llevo en esto desde que abrí los ojos. Y creo que tengo cierto criterio y me puedo fiar de mí misma. Así trabajo.

Empiezas en la galería con todo el espacio que ahora ocupas a medias con La Sifonería. Es un espacio diferente y después lo tienes que compartir con la Sifo…

Bueno, tener, tener, no. La idea de vender esos vinos allí, la desarrollé yo misma con él (Carlos). Y por factores económicos pensamos hacerlo en el túnel de entrada a la galería porque noté, que en ese espacio alargado para entrar, la gente casi corría para llegar a la sala y nadie miraba casi nunca las obras expuestas allí. La gente se sentía observada. Sabía que haríamos una cosa muy chula. Estaba claro. Así que no había peligro. El único peligro que vi, es que perdería mi galería impoluta, que nunca ha sido impoluta, siempre ha sido un poco diferente. Del espacio estoy contenta y como el túnel no funcionó nunca… Lo que realmente me gusta ahora es que hay gente en mi galería. Es verdad que vienen a tomar vino o a comprarlo pero también entran. Hay un poco de movimiento. Hay gente mirando y quizás tiene más difusión. Antes estaba sólo por las tardes y si entraban cinco personas ya era una gran fiesta. A las galerías va muy poca gente. Y ahora viene un montón. Y estar ahí, escuchando que hay trull y que entra gente aunque no sean los superconocedores del arte, da igual. Es otra cosa. Son conceptos diferentes.

¿Y porqué crees que va poca gente a las galerías? ¿Crees que el modelo de la galería como centro de compra y exhibición de arte se ha agotado?

Quizás nunca haya entrado mucha gente en las galerías. La galería es como una ventana hacia fuera. Hay galerías clásicas y otras no tan clásicas, en teoría; es un establecimiento para que vengan algunos seleccionados con el dinero en la mano para comprar algo. Los otros, molestan un poquito. Los museos están contentos si va gente por ese componente pedagógico, didáctico. En una galería casi están más contentos si no entra nadie. Bueno, nadie no. Nadie con dinero. Una galería es una tienda y eso no hay que olvidarlo. Como en una tienda de ropa de diseño, si entra todo el mundo tampoco estarán muy felices. Los destinatarios son un público selecto. Yo nunca lo he visto así. Claro que me gustaría tener más gente con mucho dinero, no digo que no, pero también me gusta que entren todos.

¿Crees que igual que hablamos de modelos de galerías, hay modelos de compradores? ¿Hay aquí una cultura, no sé si decir de coleccionismo, quizás más bien de compra de obra?

Yo creo que no. Si vas a las casas de la gente aquí, ves como las decoran y lo que cuelgan en sus paredes. Verás muchas fotos de bodas y comuniones. Parece como que no le dan importancia a lo que tienen en sus casas y al final el arte acaba en esas casas. Tienes que tener ganas de llevarte algo de otra persona. Alguien que se ha expresado sobre una materia y que si te lo llevas a casa, te enriquece. Y aquí, a la gente le gusta ver arte, ir a museos y galerías pero no establece un vínculo. No sienten que eso podría enriquecer sus vidas. Esa es mi impresión. Hay algunos coleccionistas pero lo que falta es que la gran masa, la gente normal sean capaces de decir esto va con lo mío, me llama la atención, con esto quiero vivir” y a aquí no lo veo.

Pero ¿lo has visto en otros sitios? ¿Existe una educación visual y para el arte por contraste en otros lugares?

Sí, hay otro vínculo entre el producto artístico y la gente. Hay otro factor: si estás en Alemania, por ejemplo, invitas mucho y te invitan a casas y lo que tienes ahí, refleja tu personalidad. Si está la foto de boda, algo de IKEA o nada, es ya una manera de expresarte. Es como la ropa que llevas. Tu casa la decoras a tu gusto, aunque sea alquilada. Aquí no veo esa intención.

¿Crees que aquí la compra de arte se ve como algo elitista?

No creo que se vea como algo snob, es que simplemente no lo van a entender. Para eso te compras unas zapatillas de marca o unas gafas de sol, que al menos se ven. Ahora han cambiado mucho las cosas. Un montón de gente creativa se une para hacer cosas juntos y estamos en el camino para que sea mejor visto o normal, el llevarse una pieza a casa. Pero no me quiero fiar. (riu)

Durante un tiempo, en tu galería, existía un espacio particular El Despatx d’en Jaume, era como el hábitat de un personaje misterioso que nunca vimos y que se mostraba crítico con la sociedad y sobre todo con el arte hecho aquí en Mallorca.

Pero no sólo de Mallorca. Era crítico con el arte en general. Por ejemplo, colgó un hilo del techo y le llamó la línea perdida del artista. Y sobretodo, creó los artistas emergentes, unos muñequitos que salían de las paredes. También se metió con el mercado del arte y con las expresiones que movemos y que utilizamos.

¿Y qué pasó con él? ¿Ha emigrado?

Bueno, ahora hay uno cerca de Alicante. Alguien de Mallorca ha creado un espacio creativo que se llama así, como homenaje al personaje. Pero de momento, el despatx no existe, aunque igual resurge. Nunca se sabe. Pero es una lástima, sí.

Creó una intriga que no ha resuelto. Muchos pensaban que eras tú…

No! Era un homenaje al despatx d’en Jaume Verd, el señor que tenía este espacio como tienda antes de que yo lo abriera como galería. Vendía antigüedades y mucha gente aún lo recuerda. Tenía el síndrome de Diógenes. Llevaba las uñas superlargas. Acumulaba cosas. Se murió y tenía su despacho en este sitio. Por eso le pusimos así. A mí me gustaría que volviese algún día…

Pregunta obligada, ¿cómo ves la escena artística en Mallorca?

Cada vez más interesante y cada vez más a la vista. Antes tenía la sensación de que la gente confiaba mucho en las instituciones. Haciendo un chiste, a ver si le sacan una expo en el escorxador de Porreres, era como si todo el mundo estuviese en la misma rueda, en unos cubículos. Todo el mundo había expuesto en los mismos sitios. Y había millones de colectivas que no le interesaban a nadie. Lo siento pero pienso así. Y ahora, la gente se muestra mucho más. Y eso era lo que faltaba. Antes se esperaba a que cayera el dinero del cielo o a que alguien te descubriera. Y ahora me gusta mucho esta energía de trabajar juntos.

Y cuando dices que hay gente interesante y que trabajan juntos, ¿a quién te refieres? ¿Quiénes son?

¿Quiénes son? ¿tú? ¿Magda?

Nosotras no somos artistas…

Pues empezando por Diego Ingold, que quizás haya sido uno de los artistas que más ha hecho por mostrarse y que quizás ha servido como ejemplo a otros, y siguiendo por Face, Alona, Soma…, los de Waka, que hacen cosas y hasta Patricia con su gráfica y sus encuadernaciones. Hay muchísima gente. Flavia. La gente se muestra. Y hay sitios para hacerlo. Waka, Pococomún, la gente que está detrás de La parada de los monstruos y que apoya. Eso está muy bien. La ciudad con esto vive.

¿Y porqué crees que se ha dado esta conjunción entre artistas, espacios y publicaciones? ¿Por qué ahora? ¿La crisis realmente ha activado estos mecanismos?

Sí, quizás sean fruto del momento y también de la generación, que ahora son más hedonistas pero también confían más en sí mismos y en lo que hacen para mostrarlo. Y las redes sociales, que hacen que sea más fácil conocerse, conectar y saber si se puede encajar como equipo para trabajar. Ahora quizás nos abrimos un poquito más. Reconocemos las coincidencias, los paralelismos. Está guay.

No quiero sonar muy hippy pero ¿crees que hay cierto espíritu de colaboración?

Pues sí. Yo lo veo ahora. Antes, nada. Aquí cada uno iba a lo suyo. Había artistas que venían a mostrarme su obra y a algunos les decía pero juntate con alguien y abrís un espacio. Sois mallorquines y quizás conocéis a alguien que tiene un local. Ah, no, yo según con quién, no”. Ahora es diferente. Es esperanzador. Me gusta.


Y en medio de esta escena. ¿Qué crees que le falta y le sobra a Palma?

(Riu). Si hablamos de arte, le falta reflejar un poco más lo que hay en general, no sólo aquí. Mirar lo que se hace en otras ciudades porque hay muchas cosas que tienen algo de repetición. Aunque todo el mundo tiene derecho a abrirse paso con su obra y aunque tú pienses “esto ya lo hacían en los ochenta”, cada generación tiene derecho a vivirlo.

Y a interpretarlo.

Si sabes interpretarlo. Si no tienes ni idea, haces algo y ni te das cuenta de que ya estaba hecho o pensado. Para el público es interesante ver de qué punto partimos, de qué nivel partimos. Y aquí falta nivel de conocimiento del arte en general. Aunque en el otro extremo, en otras ciudades hay una verdadera competición para ver quien riza el rizo, quien hace lo más nuevo y eso también puede cansar. Y estamos en medio, hay que saber de arte y de lo que se hace hoy. Y no sólo de arte. También de filosofía, de literatura, de política … Si no, se queda todo un poco corto. Pero ya te digo, yo creo que cada uno está en su derecho de hacer lo que crea. A donde lleguen ya es otra cosa…

¿Crees que las ferias son un buen vehículo para darse a conocer?

Sí, seguro. Aunque a mi personalmente no me gustan. También depende del tipo de feria. Me gustan las exposiciones como Documenta. Una feria es una feria.

¿Es cómo un súper?

No, no es un súper pero la gente lleva lo que puede gustar al público. Y esto, dependiendo del público, puede ser muy malo. Se refleja el público de la feria en las obras expuestas. Porque claro, quieres vender y pagas un montón por exponer allí y son pocos los que llevan cosas buenas porque hay que recuperar la inversión. Entonces llevas lo que más puede llamar la atención a la prensa pero eso no significa que sea de calidad. Esto depende de cada uno. Quizás te quieres comprar una obra que ha salido en una revista, en plan superguay. Creo que con los años no la vas a querer ver. (Riu) La feria es un espectáculo.

La figura del galerista se ha visto muchas veces como alguien que se aprovecha del artista. Se promociona pero esta bajo su yugo. Tú tienes una imagen que no cuadra mucho con esta idea…

No sé qué imagen tenéis aquí del galerista. Bueno, yo no vengo del otro mundo. (Riu). Somos un equipo, partners. Trabajamos juntos. El galerista pone el espacio físico que aunque cada vez tenga menos importancia, es necesario. Porque en la red tampoco ves la obra y si quieres comprar, lo mejor es verla en persona. Yo no tengo problemas con mis artistas. Si otros los tienen, lo siento. (Riu).

La galería como espacio expositivo y comercial está en una posición cambiante, pero ¿hacia dónde va ese cambio? La entrada de internet parecía que iba a ser revolucionaria pero ese comercio on-line no parece tan potente aún…

Al final, la gente quiere ver la obra en directo. Les gusta verlo, ir a la galería. Quizás aquí no tanto pero en otras ciudades es un acontecimiento social. La gente va a las inauguraciones, compran, no sólo se toman una cerveza ahí. Y les gusta salir a la calle, explorar la ciudad. Es todo un conjunto y van a la caza de la obra. Sí, hay esta mentalidad. Así que los galeristas nos quedamos con nuestras galerías físicas, de momento.

¿Se puede vivir del galerismo?

Tal vez. Alguien seguro. O haces otras cosas para complementarlo, otros negocios. Yo no vivo de esto pero no quiero decir que otra gente no pueda hacerlo. La gran mayoría, creo que no. En Berlín igual hay seiscientas galerías y treinta viven de esto. De todas maneras es un panorama muy cambiante.

Entonces, estás en otros negocios, como Meriendas Martorell…

Las Meriendas Martorell toman su nombre de un snack bar que estaba cerca del Flexas y cuyo edificio fue derrumbado. Hacemos cenas pop-up, en bares de siempre, de los de luz fluorescente, sillas de piel artificial con patas de metal, barras de formica… Estos bares suelen cerrar por las tardes y me parecía una pérdida total de espacios con encanto para la vida nocturna. ¿Por qué irse a bares que copian la estética sesentera, si los hay de la época todavía? Así que hablé con Rosa Mascaró. Sabía que le encanta cocinar y que siempre está abierta a nuevas ideas y fuimos a contactar con los dueños de los bares que nos parecía que podían encajar en este concepto. Muchos dijeron que sí. Ellos se llevan las ganancias de la bebida y nosotras, las de la comida. Los comensales se sientan en mesas largas, hacen amigos, disfrutan del menú y todos felices!. Aparte también hacemos los menús del mediodía en el Museu de Sa Jugueta.

¿Has visto alguna expo estimulante últimamente?

La Documenta, que tiene un nivel buenísimo y se está reconciliando con el arte. Hay mucha gente que hace cosas muy buenas, que aportan discurso y no sólo hay show, disfrute rápido y barato. Esto existe todavía. ¡Lo he visto!